Tiene raíces tuberosas, hojas carnosas y unas pequeñas florcitas amarillas y anaranjadas que son una delicia para la vista.
La primera vez que la vi, el Bulbine me parecía una planta “NI”. Ni linda, ni fea, ni llamativa, ni poseedora de ninguno de esos atributos que uno busca cuando sale a hacer shopping de plantas, tanto en el vivero como en el jardín de un amigo. Sin embargo, con el tiempo fui descubriendo sus “otras” cualidades, esas que hace falta ver dos veces para reconocer. Se trata de una de esas plantas que levantan un jardín, agregándole color y vida, ¡quizás porque sus flores están presentes todo el año!
Además tiene la siempre valorada capacidad de elevar el ego de cualquier jardinero ¿por qué? Porque no hay que hacer prácticamente NADA para que se mantenga siempre radiante y sana, simplemente acordarse de regarla de vez en cuando, y obviamente de abonarla cuando empieza a hacer más calor. ¡Ojo! Que en regiones más frías puede que pase un tiempito sin florecer.